lunes, septiembre 18, 2006

05/09 La mina y los lagos

El horario del cámping era completamente irracional: sólo servían desayunos hasta las 9h. Aunque, por extraño que parezca, sólo uno de nuestros Babiles observó esa aberración. En cualquier caso, a las 8,30h ya estábamos arrasando el buffet libre, que estaba muy bien surtido. Y más nos valía desayunar bien, porque no sabíamos cuándo volveríamos a comer.

En el transcurso de su habitual carrera matutina, B1 y B4 pasaron por la oficina de turismo y cogieron billetes para visitar las minas de Kiruna. Sólo había una visita diaria con guía en inglés, a las 14,30h, de modo que teníamos toda la mañana para nosotros.

Decidimos ir hacia el Kebnekaise, el monte más alto de Suecia, que está en el término municipal de Kiruna. Claro que dicho término municipal es inmenso, ocupa nada menos que 20000 km². La mayoría de las comunidades autónomas españolas son más pequeñas. Así que cogimos la carretera que lleva hacia Nikkaluokta. Que, aunque suene finlandés, está en Suecia. Ocurre que el finés y el lapón son dos idiomas muy similares, de ahí los nombres de las poblaciones. Poblaciones que suelen ser diminutas. El municipio de Kiruna tiene 23000 habitantes, de los que 19000 viven en la propia Kiruna. Los otros 4000 están muy diseminados. Son pocos los núcleos con más de ocho o diez casas.

Nikkaluokta está a 68 km al oeste de Kiruna, pero el trayecto es muy bonito por los lagos que hay en el lado sur de la carretera. El término municipal tiene unos 6000 lagos, algunos muy grandes. Los tres que teníamos por el camino eran alargados, pero no muy anchos. Eso sí, bonitos. Como todo en Laponia, para qué vamos a decir otra cosa. Ahí vimos nuestros primeros renos, incluyendo dos que cruzaron la carretera delante de nosotros. Y también bajamos varias veces a pasear junto a los lagos y caminar sobre el musgo. En algunos sitios había una capa de unos 30 centímetros de musgo, la sensación al caminar sobre él era muy rara.

Nikkaluokta es un albergue y poco más, pero estaba lleno de montañeros. No teníamos mucho tiempo, así que no podíamos ni siquiera aproximarnos al Kebnekaise, pero sí estuvimos andando un rato por una de las pistas. Nos encontramos un montón de gente en sentido contrario. Debía de haber alguna marcha de regularidad, a juzgar por los aplausos con que les recibían al llegar al albergue (no, a nosotros no nos aplaudieron).

Volvimos a Kiruna justo a tiempo para montar en el autobús que nos llevaría a la mina. Como nos habíamos puesto hasta arriba en el desayuno (es lo que tiene el buffet libre), ni siquiera comimos.

La mina de hierro de Kiruna es la mayor mina subterránea del mundo, aunque no la más profunda. De hecho, Kiruna fue fundada en 1900 a causa de las minas. Hay una enorme mole de magnetita en forma de prisma rectangular inclinado 60° respecto de la horizontal. La mina está excavada junto a la mena de hierro; la van picando y cae en un sistema de transporte que la saca al exterior después de un tratamiento previo. Actualmente se está extrayendo mineral a más de 700 metros de profundidad, aunque la galería de transporte está a más de 1000.

A nosotros nos bajaron en el autobús hasta 530 metros de profundidad. Sí, la mina tiene un sistema de carreteras en su interior y por él circulan coches, camiones y autobuses. Es bastante impresionante. La visita a las minas despertó por un momento al ingeniero que tengo escondido por algún sitio.

Nuestro guía era un señor mayor, supongo que antiguo minero. No hablaba el inglés demasiado bien, aunque se hacía entender. En Suecia casi todo el mundo habla inglés, gracias en buena parte a que tanto el cine como la televisión se subtitulan, nunca se doblan. Y también, naturalmente, a que Suecia sólo tiene 9 millones de habitantes y fuera de allí el sueco no sirve para mucho. Así que más te vale conocer otro idioma o tu mundo se queda muy pequeño. No digamos ya con el lapón, que sólo hablan unos pocos miles de personas.

Bien, el caso es que el guía era bastante parsimonioso, lo que desesperaba a algunos de nuestros Babiles. Pero a mí me gustó conocer todo el proceso de extracción y tratamiento de la magnetita, incluso el sistema de ferrocarril para transportar el mineral tratado hasta los puertos de Narvik (en la costa atlántica noruega) y Luleå (en la báltica sueca). Narvik y Kiruna son dos localidades bastante conectadas entre sí, pese a estar separadas por más de 150 km. Claro que en Laponia las distancias funcionan de otra manera.

La visita a las minas dura unas tres horas, incluyendo el trayecto desde el centro de Kiruna, la proyección de un documental, el recorrido por una galería con paneles explicativos y máquinas varias, una parada para tomar café, la visita a un museo sobre la historia de Kiruna y las minas (creo que esta fue la parte que más gustó a varios Babiles, no sé si porque no estaba el guía o porque pudimos hacer el tonto con los vagones de tranvía que había en él) y la vuelta, de nuevo en autobús, al lugar de partida.

Una cosa que me llamó mucho la atención fue cómo, a consecuencia de la actividad minera, Kiruna va a tener que desplazarse. La extracción del mineral provoca grietas en el terreno que van avanzando hacia la ciudad, por lo que poco a poco se tendrá que ir retirando. Ya hay planes a muchos años vista, incluso hasta 2130. Algunos edificios singulares, como el ayuntamiento o la iglesia, se moverán. Los demás, simplemente, se derribarán y construirán otros.

Eso de mover edificios puede parecer un poco raro, claro. La iglesia es de madera, construida al estilo lapón (no hace mucho fue elegida como el edificio más bonito de Suecia), así que en su día se desmontará y volverá a ensamblarse en otro sitio. Para el ayuntamiento, con su llamativa torre de hierro forjado, la idea es construir un vehículo de transporte lo suficientemente grande como para arrancarlo del suelo, ponerlo encima y llevarlo a su nuevo emplazamiento. Al parecer, es un método que ya ha sido ensayado con éxito en otros sitios.

Para nosotros puede parecer una barbaridad eso de tener que mover la ciudad. Pero los locales saben que, sin minas, Kiruna no tiene futuro, así que aceptan las consecuencias.

Después de la mina fuimos a ver el famoso Ice Hotel, que está en Jukkasjärvi, un pueblo cercano a Kiruna. Como su nombre indica, es un hotel construido íntegramente en hielo. Naturalmente, el hotel como tal no existe en verano, porque se derrite, pero tienen un enorme pabellón, como un frigorífico gigante, en el que guardan parte de él, incluidas algunas habitaciones que funcionan en verano. Pero no pudimos entrar a verlo porque ya habían cerrado la recepción. En Kiruna hay cosas que cierran a las cuatro de la tarde o incluso antes. Parece raro que la recepción de un hotel sea una de ellas, pero el Ice Hotel en verano sólo tiene un funcionamiento restringido. Si no tienes reserva, nada.

Ante tamaño éxito, decidimos hacer algo que enderezase la tarde y tomamos la carretera hacia Esrange, donde la ESA tiene una estación espacial. Pero, ay, las cosas se torcieron.

Por el camino paramos junto a un lago para hacer alguna foto. Y al Babil 3 no se le ocurrió otra cosa que provocar. A que no hay huevos de bañarse. Se mascaba la tragedia. B1 y B4 lideraron la maniobra y poco después nuestros cinco Babiles estaban bañándose en pelotas en el lago Jukkasjärvi, por encima del Círculo Polar Ártico, en el mes de septiembre. Pabernos matao.

En cualquier caso, ese lago es perfecto para este tipo de barbaridades, porque es muy llano y el fondo es de arena muy fina. Bastante agradable, si descontamos el pequeño detalle de la temperatura.

Fortalecidos por la experiencia del lago, volvimos a Kiruna para cenar. Acabamos en el restaurante del Hotel Scandic Ferrum comiéndonos un filete de reno por cabeza. Si nuestras comidas en Estocolmo, a excepción de la cena en el Tsarkij Sad, habían sido pobres, en Kiruna estábamos cenando de maravilla.

Después de cenar y contar algunas batallitas en la sobremesa (curiosamente, no fue una actividad a la que dedicáramos mucho tiempo durante el viaje), volvimos al cámping. Al igual que había ocurrido la noche anterior, éste cronista se quedó escribiendo en el bungalow mientras los demás se iban a dar una vuelta por la ciudad.

Y entonces ocurrió una tremenda injusticia. Me esforcé por que mis compañeros encontraran un ambiente cálido y acogedor a su vuelta. Sin embargo, cuando regresaron, no obtuve más que críticas e incomprensión. No me extenderé más sobre este episodio porque fue muy triste.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Si el espíritu de la Kuarentena era celebrar "el paso de ecuador de la vida" con tus amigos de siempre, lo que vivimos en el lago Jukkasjärvi en ese atardecer fue su climax colectivo. Todos corriendo como poseídos y en pelota picada por el lago. Y cayendo al agua helada. Y gritando. Y riendo. Y cantando abrazados. La euforia desatada. No se puede explicar de una forma lógica. Por cosas como ésta, durante nuestro viaje se recurrió pocas veces a contar las batallitas adolescentes de siempre. Ahora estábamos peleando en batallas nuevas. Pasados tres días del Jukkasjärvi, todavía comentábamos que todos teníamos Kuarenta + 3. La pena es que, inevitablemente, al final se perderá la cuenta. El recuerdo no.

Anónimo dijo...

BABIL 3
Ambiente cálido, dice. El ambiente cálido también lo encuentras en el infierno pero no tan enrarecido.

Anónimo dijo...

Veo que el viejo "A que no hay güevos" sigue marcando el destino de los españoles. Vaya punto lo del baño en el lago helado!. Ahora, un lector se pregunta, cuanto tiempo tardasteis en recuperar los 25 cm?.

Anónimo dijo...

babil 3
No se puede hablar de recuperar los 25 cm. A ninguno de nosotros se nos contrajo lo suficiente para llegar a tan reducido tamaño.

Anónimo dijo...

Vamos a situar a nuestro Admirador. Mientras Babil 2 era el ordenador central y 1, 4 y 5 formaban parte de la impresora, disketera, scanner y demás periféricos, Babil 3 era el "disco duro". Esto explica muchas cosas.