miércoles, septiembre 13, 2006

02/09 Los Babiles van a Estocolmo

Empezamos bien. Primer día de vacaciones y tenemos que madrugar para coger el avión. Esta no es la idea que tengo de unas vacaciones, pero bueno: a las 6,30h, arriba. Me arreglo, termino de hacer la maleta y cojo el metro hacia el aeropuerto, siguiendo el horario previsto.

Llego a la T4, que está a tomar por culo del resto del aeropuerto, justo a la hora en que le tocaba facturar al Babil 5 (en adelante, B5). Por tanto: llegar y meterla.

Una vez hecho esto, primeras risas del viaje:

B2: Vamos a tomar café, ¿no?
B5: ¿Pero qué dices? ¡Tenemos que ir ya a embarcar!
Señora de B5: ¡Venga ese café!

La vieja alianza contra el Babil 5 vuelve a funcionar. Para vengarse, llama por teléfono a B3 y le informa de que me he quedado dormido y no voy a llegar a tiempo para coger el avión, en un amistoso intento de que nuestros colegas, que salen desde Barcelona, se agobien. ¡Bien hecho! ¡Éste es el espíritu!

Sin más incidentes que una pequeña discusión con la Seguridad del aeropuerto ante el intento de B2 de colar una navaja por el detector de metales (navaja que resulta confiscada), nuestros héroes llegan al avión, donde ocupan dos plazas contiguas que parecen estar libres, pues las que tenían asignadas están separadas. Maniobra que se completa con éxito.

Después de casi cuatro horas de vuelo llegamos a la Arlanda, el aeropuerto de Estocolmo. Tras unos instantes de vacilación esperando que el resto del pasaje bajara del avión (el resto del pasaje no tenía intención de hacerlo hasta Helsinki, que era el destino final del vuelo), vamos a recoger las maletas y desde allí, a cruzar el aeropuerto hasta la T5 (estábamos en la T2), adonde llegaba el vuelo de Barcelona. En un nuevo alarde de coordinación, llegamos justo cuando nuestros colegas salían. ¡Los Babiles Kuarentones se reúnen!

Después de los abrazos y gritos rituales de rigor, vamos a coger el tren que nos llevaría a Estocolmo. El tren es tan rápido como caros sus billetes: 200 Kr por cabeza (más o menos, 10 Kr = 1 €). Y hasta después de sacar los cinco billetes en una máquina no nos damos cuenta de que los fines de semana (recordemos que era sábado) hay una oferta para comprar dos billetes por sólo 220 Kr. Los Babiles, en un alarde de generosidad, acaban de donar 360 Kr a los ferrocarriles suecos. Y sólo llevamos un rato en el país.

Durante el viaje en tren recibí una llamada telefónica para comunicarme la repentina muerte de un amigo. Y yo, mientras, empezando un viaje para celebrar que un grupo de amigos que nos habíamos conocido con 6-7 años seguíamos siéndolo a los 40, todos estábamos bien y a todos nos había ido bien en la vida. Durante el viaje me acordé muchas veces de mi amigo muerto, pero la vida sigue.

En fin, llegamos a Estocolmo y fuimos a comprar la Stockholm Card, que permite uso gratuito del transporte público, además de entrada gratis o a precio reducido en muchos museos y atracciones varias de la ciudad. Le dimos bastante uso durante ésta nuestra primera estancia en la ciudad. Además, este tipo de tarjetas tiene la ventaja psicológica de que luego no te lo piensas a la hora de coger un transporte o hacer visitas, pues ya has pagado la entrada.

De paso, comimos en la estación, inaugurando la ruta gastronómica. Salchichas de frankfurt con puré de patatas. 24 horas después, algunos Babiles ya habían aborrecido el puré de patatas para los restos.

Una vez adquiridas las tarjetas, las estrenamos cogiendo el cercanías hacia Älvsjö, el pueblo donde habíamos alquilado una cabaña. Según nos dijeron, Älvsjö se pronuncia algo así como "Elfjoé", con j fuerte y diptongando la o y la e. El sueco es chunguillo de pronunciar.

Hay muchos trenes de Estocolmo a Älvsjö y, además, nuestra cabaña estaba bastante cerca de la estación, conque era un buen sitio para tener nuestra base.

Llegamos a Älvsjö y fuimos a que nos dieran las llaves y nos guiaran a la cabaña. Que era, en realidad, una casa dentro de la población, bastante bien montada. Nuestra patrona se sorprendió al ver a cinco maromos. Nos explicó que se había hecho a la idea de que seríamos una pareja con tres niños y nos miró con cara de "bueno, si queréis montar una orgía gay, espero que no metáis demasiado ruido". Miles de explicaciones espontáneas, siguiendo la máxima latina "excusatio non petita, acusatio manifesta".

La cabaña tenía tres dormitorios, así que los sorteamos. Seguimos el racional método de asignar una moneda distinta a cada Babil según su edad y luego hacer sortilegios varios con esas monedas. Fue en este momento cuando adoptamos los nombres en clave de Babil 1, 2, 3, 4 y 5. Los emparejamientos, casualmente, siguieron ese orden: B1 con B2, B3 con B4 y B5 resultó agraciado con el dormitorio individual.

Una vez instalados, los Babiles 2 y 3, que a lo largo del viaje habrían de formar una extraña alianza, se fueron a comprar al supermercado. Allí descubrimos que nuestros escasos conocimientos de sueco iban a resultar un tanto insuficientes. ¿Cuál de los dos tipos de leche cogemos? ¿Cuál de los dos tipos de terrones de azúcar? Acabamos comprando la leche que no era leche, sino una especia de yogur (filmjölk, por si alguno va a Suecia) y los terrones que no se disolvían ni a tiros.

Ya podíamos irnos a Estocolmo. A todo esto, la temperatura era muy buena. Máximas de 20°C y mínimas de 15°C, aunque con algún chubasco importante.

Estocolmo es una ciudad construida sobre un montón de islas, entre el mar Báltico y el lago Mälaren. La abundancia de canales y la bonita arquitectura hacen de la capital sueca una ciudad preciosa. No es de extrañar que todos aquellos con quienes habíamos hablado y la conocían nos hubieran hablado maravillas de ella.

Estuvimos paseando por Gamla Stan, que es la zona más antigua de Estocolmo. Es una islita situada en el centro de la población, donde se encuentran el Palacio Real, la Academia Sueca (la de los Nobel) y otras instituciones. Además de muchos comercios, bares y restaurantes. Nos la recorrimos de punta a punta y, ante tanta oferta, acabamos cenando en un mexicano cutrongo.

Después pensábamos ir a un club de jazz que habíamos visto, pero faltaba una hora para que empezaran las actuaciones y ya cobraban entrada, conque nos fuimos a echar unas cervezas a un irlandés para luego volver. Como debe ser en este tipo de viaje, los planes a largo plazo son dudosos, y los de medio plazo también. Ya no volvimos al club de jazz.

Estuvimos paseando por la zona de la Academia, donde vimos una tienda con aspecto de seguir abierta al público, pero con unas telarañas muy hermosas en la puerta. Cada una de ellas con su correspondiente araña, también de buen tamaño. Y no, no eran de pega: si tocabas una araña, echaba a correr.

Acabamos por volver a la zona de la Estación Central (Stockholm Central) en busca de garitos de marcha. Sin mucho éxito, para secreta alegría de B2, que no tenía muchas ganas de acabar en un bar de precios astronómicos, repleto de gente, escuchando reaggeton. Aunque, para compensar, vi varios carteles anunciando un concierto de Alan White para el mes siguiente, al que no podría ir. Curiosamente, no lo anunciaban como batería de Yes, sino relacionado con John Lennon. Antes de entrar en Yes, Alan fue el batería del grupo de Lennon; toca en "Imagine", "Instant Karma" y demás canciones de la época.

Terminamos sentados en una terraza echando unos tragos. En Suecia el alcohol es muy caro. Tienen lo que llaman "lättöl", cerveza light, con un máximo de 3,5°, a precio normal. La cerveza normal es más cara, y los licores son carísimos. Lo normal es que te cobren entre 12 y 15 Kr por centilitro (y te miden los centilitros). Es decir, un chupito te cuesta 50 ó 60 Kr. Como para pensárselo. Claro que en los países nórdicos han tenido, tradicionalmente, problemas con el alcohol. Los gobiernos intentan solucionarlos a base de poner impuestos muy elevados sobre el alcohol. Los ciudadanos, yéndose a las Baleares o las Canarias a emborracharse. O a los populares cruceros por el Báltico. Salen del puerto y, una vez en mar abierto, se abre el bar y a mamarse.

Por cierto, la terraza estaba junto al Instituto Cervantes. Para nuestra indignación, no vimos ningún anuncio de que dieran al día siguiente el partido. Sí, al día siguiente era la final del Mundial de Baloncesto, España-Grecia, y todo nos hacía pensar que nos lo íbamos a perder.

Ya nos volvimos a casa, no sin que antes B2 (que había suplantado a B3 en su tradicional papel de tragón) se pillara un bocata para amenizar el viaje de vuelta.

Al llegar a Stockholm Central, nuestro grupo se dividió en dos comandos. B1, B3 y B4 bajaron a los servicios, mientras que B2 y B5 se quedaron arriba charlando con un chaval centroamericano que había venido a una movida salsera que se había montado esa noche en una disco de las afueras. Nos contó que en el centro de Estocolmo no había más garitos que los que habíamos visto, todo lo demás estaba en las afueras y había que ir en taxi.

Al cabo de un rato, el grupo expedicionario regresó. Nos contaron cómo se habían encontrado una concentración de cagones que bloqueaban los cagaderos, por lo que no podían entrar. Aunque, como trofeo, subieron con una moneda de 5 Kr, las vueltas de lo que habían tenido que pagar. A partir de entonces, las monedas de 5 Kr pasaron a llamarse "giñenkroner", en recuerdo a su utilidad.

Fuimos a coger el tren, pero ya no había taquilleros, y con la Stockolm Card no se puede pasar por los tornos. De modo que tuvimos que saltar para entrar. Salvo B4, alias "cyborg", a quien la prótesis de la rodilla impedía esas acrobacias, de modo que pasó reptando bajo los tornos. Esa maniobra mereción los aplausos de la concurrencia y los demás viajeros que pasaban tranquilamente por delante de la cabina del cobrador. Porque, en efecto, él no estaba, pero el paso estaba abierto. Y nuestros bravos Babiles no se habían dado cuenta.

Aprovechemos el incidente para decir que, durante el resto del viaje, la prótesis del Babil funcionó perfectamente.

Y ya sin más incidentes volvimos a casita y a sobar.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues efectívamente. Si el objetivo de la llamada de B5 desde el aeropuerto de Madrid a los Babiles que estábamos en el de Barcelona era agobiarnos dió en la diana. Tampoco era tan difícil de tragar que B2 se hubiera quedado dormido. Durante unos segundos estuvimos comentando cómo dar solución a un embrollo que nunca existió y, como no, poniendo verde a B2 (y a su despertador)por algo que no pasó. Y B5 de rositas. Muy eficaz pillín.

Anónimo dijo...

Por dejar las cosas claras, cuando B5 os llamó estábamos los tres en el ajo. Lo cierto es que no recuerdo a quién se le ocurrió la bromita. Eso sí, el cabrito estuvo convincente, ¿verdad?

Rapunzell dijo...

Después de 34 años de amistad, no podéis decir que no vais avisaos... :)

Anónimo dijo...

babil 3
El olor del baño de la estación ha sido de los más horribles sufridos hasta esa fecha (quizá con unos 10 tíos cagando y cientos que habían dejado su pastel previamente) que no podía ser disimulado por el ambientador aplicado por un pobre trabajador. Quién me iba a decir a mí que pocos días más tarde iba a experimentar otro olor mucho peor pero este conseguido por un sólo culo (supongo que b2 lo relaltará más tarde).

Anónimo dijo...

babil 3
Nada más entrar en casa quedó constituído el Imperio del Maromo: maletas a medio hacer/deshacer, ropa encima de sillas y camas, camas deshechas, baños inundados tras la ducha, pinturas rupestres en los retretes, nevera llena de cervezas, comida en las encimeras, música heavy con exceso de decibelios, adanes saliendo de las duchas con las persianas levantadas, sonido guturales varios, chistes groseros...Que sensación de libertad.

Anónimo dijo...

Muy buena esa definición de libertad. Muy visual. A propósito, la canción que sonaba como B.S.O. de esa llegada (con un montón de días por delante para pasarlo bien) era "Hells Bells" de AC/DC. Momento IM-PRESIONANTE.