El lunes iba a ser el último día de nuestra primera estancia en Estocolmo. Por la tarde íbamos a coger un avión a Kiruna, la ciudad más grande de la Laponia sueca. Pero, claro, aún teníamos la mañana para disfrutar de la capital. Así que decidimos alquilar unas bicis y dar una vuelta por la ciudad.
Nos costó bastante encontrar dónde alquilarlas, porque en algún sitio ya no les quedaban. Al final, pudimos coger unas junto al puente que une Östermalm con Djugåarden, así que decidimos repetir el trayecto que habíamos hecho el día anterior en ferry, pero ahora en bici. Principalmente, recorrer la orilla de Ladugårdsgärdet hasta llegar al mar, cruzar el puente a Djugården y regresar bordeando esta isla por el sur. Es decir: parque y más parque en bicicleta. Sin problemas para los Babiles 1 y 4, que se iban todas las mañanas a correr un rato (espero que, si la mujer de este último lee esto, no quiera abrirle la cabeza). A ver qué tal aguantábamos los demás.
Primero fuimos hasta la torre de televisión (Kaknästornet). Se puede subir hasta lo más alto de ella y disfrutar de la panorámica desde 115 metros de altura. Esta torre fue el edificio más alto de Suecia hasta la construcción del puente que une Malmö con Copenhague, sobre el estrecho de Oresund.
Pese a los esfuerzos de la alianza tragona formada por B2 y B3, el resto del grupo se negó a quedarse a comer en el restaurante que hay en el piso 28 de la torre (precios asequibles), así que seguimos con nuestro paseo. Incluyendo una sección de ciclocross subiendo por unas escaleras, cuando el camino se acabó repentinamente.
Después de hora y media volvimos al lugar de origen. Pero, vaya, el alquiler se paga por horas completas, así que seguimos un rato por el interior de la ciudad. Hasta que, cuando ya teníamos que volver, a B4 le dio el siroco y empezó a pedalear en dirección contraria. Casi no pudimos alcanzarle. Llegó hasta Skeppsholmen, llevado por vete a saber qué impulso. Quizá las albóndigas congeladas del día anterior le llamaban. Bueno, pudimos devolver las bicicletas a tiempo gracias a que nos habían puesto mal la hora de salida.
Ah, tras una conversación con el encargado de las bicis, tomamos el firme propósito de no salir de Suecia antes de que algún nativo nos entendiera cuando pronunciáramos "Älvsjö".
Dejamos las bicis y cogimos un autobús a la Estación Central, donde debíamos volver a coger el Arlanda Express. Al llegar a la estación nos metimos en una pizzería a comer. Bastante bien, pero tardaron un rato en sacarnos las pizzas, así que ya íbamos un poco justos de tiempo. Recogimos los equipajes que habíamos dejado en la consigna y fuimos hacia el tren. B3 y yo nos quedamos sacando los billetes mientras los demás iban al andén.
La obtención de los billetes no fue tan sencilla. Primero, la máquina se negaba a aceptar nuestras tarjetas de crédito. Así que tuvimos que ir a la taquilla manual. Pero la taquillera, que parecía bastante novata, empezó a hacernos preguntas raras y, además, no entendía el DNI que usaba B3 junto con la tarjeta. Ante la tardanza, B1 decidió venir a buscarnos. Y vino tan decidido que se pasó de largo las taquillas y se volvió a meter en el edificio de la estación. Instantes tensos, porque el tren estaba a punto de salir y el chico había desaparecido. Menos mal que B4 (¿os he dicho ya que lleva una prótesis en la rodilla?) fue rápido en ir a buscarle y le trajo a tiempo.
En el aeropuerto, B5, que había mantenido un perfil bajo durante el día, empezó su batalla contra el mundo. En este caso, negándose a pesar la mochila que pretendía pasar al avión como equipaje de mano. Y sin pesar se quedó.
Ya en la sala de embarque fuimos a comprar algunas bebidas en un kiosco. Y resultó que el chico de la caja hablaba español, conque pegamos la hebra con él. Cuando se enteró del destino de nuestro viaje, su reacción fue inmediata:
- ¿Kiruna? ¿Y para qué queréis ir a Kiruna?
Como ya iba siendo nuestra costumbre, dejamos que B3, el instigador del viaje, diera las explicaciones oportunas.
El vuelo salió sin retraso. B5, en su cruzada personal, no se sentó junto a nosotros, sino en un asiento con ventanilla que quedaba libre para poder ver bien el despegue. Su intención era cambiar de asiento después; pero el avión se fue llenando (no llevábamos asiento fijo en la tarjeta de embarque) y se quedó compartiendo fila con otro chico con quien estableció una feroz lucha por el dominio de la plaza que quedaba libre entre ellos, y que ambos querían ocupar con sus trastos. Los demás viajábamos tan ricamente.
Nuestro vuelo hacía escala en Östersund. En esta escala hubo un problema con la maleta de B5 (sí, llevaba una maleta dentro de la cabina, además de la mochila). Pero resulta que había una azafata que hablaba nuestro idioma y había entablado conversación con nosotros, así que intentó mediar en el conflicto.
Azafata: ¿Es vuestra esa maleta?
Babil 5: Sí, es mía.
Azafata: Es que es demasiado grande para llevarla ahí.
B5 (todo dulzura): Mi maleta no es demasiado grande; tu avión es demasiado pequeño para mi maleta.
Por motivos que se me escapan, la chica siguió siendo bastante amable con nosotros y estuvimos charlando durante casi todo el viaje. B3 estaba muy contento porque no había objetado nada a nuestra elección de destino.
Azafata: ¿Puedo preguntaros una cosa?
Nosotros: Claro.
Azafata: ¿Y para qué vais a Kiruna?
Grandes risotadas y nuevas explicaciones por parte de B3, algo menos animado de lo habitual.
Al llegar a Kiruna nos despedimos de la azafata (cuyas medidas pectorales no comentaré a petición de los babiles casados, no vayan a leer esto sus mujeres) y fuimos a alquilar un coche. Como casi siempre, nuestro líder espiritual, B3, fue nuestro portavoz:
Babil 3: Queremos un coche grande, muy grande.
Encargado: Muy bien. Tenemos un Volvo S70, el más grande que hace Volvo.
Babil 3: ¿Y no tienen algo más pequeño?
Al final ocurrió que no quedaba ningún S70 y nos llevamos un V50, que es más pequeño, pero con el que estuvimos muy contentos durante toda nuestra estancia en Kiruna. Armados con las llaves del vehículo, fuimos directamente a recogerlo. Y, cuando el empleado del alquiler consiguió alcanzarnos, fuimos al párking en que de verdad estaba el coche, en la otra punta del aeropuerto.
Llegamos sin más contratiempos al Camping Ripan, donde habíamos alquilado un bungalow. Entre otras cosas, el cámping tiene la piscina al aire libre más septentrional del mundo. Aunque, por desgracia, en esta época del año estaba cerrada. En cualquier caso, el cámping estaba realmente bien y el personal era muy amable.
Lo que sí estaba abierto era el restaurante del cámping, del que nos habían hablado muy bien. Así que nos quedamos a cenar y nos dieron realmente bien. Probamos algunos productos de la tierra, como los arenques, el carpaccio de alce y la pasta con trozos de reno.
Desde allí volvimos al bungalow con intención de acostarnos, pero nos encontramos con que hacía un calor terrible. B1 había decidido anteriormente que hacía frío, conque había dejado todos los radiadores a tope antes de salir. Y estábamos a 12°C en una localidad en la que se alcanzan, en invierno, temperaturas de -30°C.
Así que todos se fueron a dar una vuelta por Kiruna mientras vuestro cronista se quedaba escribiendo este diario. Actividad que, en ocasiones, resulta muy gratificante.
A la vuelta cada uno se fue a su cama. En esta ocasión, el grupo había tenido la deferencia de otorgar espontáneamente la habitación individual a B2, en premio a sus esfuerzos por mantener la cohesión del grupo. El resto se agrupaban B1-B4 (compartían maleta) y B3-B5.
12 comentarios:
Muy entretenido el relato. Lo que no acabo de creerme es que subierais en bicicleta por unas escaleras. A no ser que éstas fueran mecánicas :)
Ni mecanicas ni leches, y más bien empinadas. Con lo de "ciclocross" me refería a cuando agarran la bici, se la echan a cuestas y echan a correr cuesta arriba.
babil 3
Y yo que he soñado que dejábamos las bicis en el exterior de la torre y subíamos en ascensor....
A ver, me refiero a que tuvimos que subir unas escaleras por el parque. ¿No te acuerdas de que se acabó el camino y, para seguir, tuvimos que subir 20 ó 30 escalones con las bicis a cuestas?
¿Bicis?, ¿pero cuando alquilamos unas bicis?, ¿estais tontos o qué?
De este día, la sensación que tengo clavada es la desolación que producía andar por la pista de un pequeño aeropuerto bajo la lluvia y la nieblecilla de relato de terror. Con la de veces que nos habían avisado: "Kiruna, pero ¿por qué quereis ir a Kiruna?". Estábamos en el culo del mundo. Y nuestra única esperanza, B3 nuestro organizador, lo había elegido porque se escribía con K de Komer. Cielos!!
Ante la negativa de los babiles para echarnos una típica sauna nórdica, no me quedó más remedio que poner a tope los cinco radiadores del pequeño habitáculo al salir. A la llegada, la sauna estaba servida.
Estimados babiles, me gustaria ampliarais "información" sobre la azafata del vuelo, si, si la de los pectorales!. No esta bien tirar la piedra y esconder la mano!.
babil 3
Incluso con mi patente miopía puedo indicar a nuestro admirador que dichos pectorales se veían desde lejos y a juzgar por las babas que me caían encima procedentes de mis amigos babiles, no fui el único en darme cuenta.
Y es que el Hermano Babil nunca existió, querido Admirador. Los Babiles nos caracterizamos por babear insaciablemente en situaciones como la del avión. La frase "Hombres, 10 minutos en Kiruna" con la que se despidió nuestra azafata tardará mucho tiempo en borrarse de nuestra lívido.
BABIL 3
No puedo creer que se me haya pasado pasado por alto hasta ahora. El motivo por el que mandamos al babil 2 a dormir solo en el sofá-cama del salón fue por sus tremendos ronquidos.
Lo cierto es que estaba muy contento de cómo mis explicaciones creativas iban colando sin protestas por parte de los demás Babiles. Veo que la cosa va cambiando.
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